



De cazurros y bufones...
El oficio de cazurro, típicamente medieval, se confunde, como tantos otros (juglar, saltimbanqui, etc.) con el de bufón y ha sido, en el imaginario colectivo, “absorbido” por ese término, cayendo la forma “cazurro” en desuso y atribuyéndosele a la forma “bufón” las características, distintivas de este término.
Si bien es cierto que, en numerosas ocasiones, una misma persona podía ser al mismo tiempo, por ejemplo, juglar y saltimbanqui, o que un bufón, podía llegar a dominar una gran variedad de disciplinas como los malabares, el canto, la música o la acrobacia; en el caso de los cazurros, lo que los diferenciaba de estos últimos, no era el tipo de disciplinas utilizadas, sino el público, la calidad y la manera en que se presentaban.
Mientras los bufones solían estar integrados en la corte, viviendo una vida acomodada y llegaban incluso a conseguir cuantiosos beneficios gracias a las prebendas que se le otorgaban como premio y a su influencia en la casa real, los cazurros, por su parte, llevaban una vida errante, ofreciendo sus espectáculos a la plebe, la mayoría de las veces a cambio de techo o comida.
Tarjeta "Chirola el Cazurro", modificación libre de una imagen original del Codex Manesse (1305-1340)
Sin embargo, no sería correcto imaginar que la frontera entre un cazurro y un bufón era tan rígida como podía ser la que separaba a los nobles de la plebe; siendo ambos personajes de origen vil, no era extraño que un cazurro, presentado en la corte como novedad, acabara alcanzando el rango de bufón; por otro lado, un bufón caído en desgracia, podía acabar sus días como cazurro.
Fue precisamente, con intención de diferenciarse de estos artistas populares, que en el año 1274 los juglares cultos elevaron sus quejas al rey Alfonso X, que ordenó que se llamase cazurros a aquellos artistas faltos de buenas maneras, que recitan sin sentido o ejercitan su arte por calles y plazas, ganando deshonradamente el dinero.

En esta pintura, de Pieter Brueghel (1525-1569), se observa un cazurro, ocupando el lugar central en el mercado.
En la actualidad, el termino ha caído en desuso como sinónimo de artista o bufón popular, aunque su uso persiste en zonas de León y Asturias como sinónimo de tonto o cabeza dura.

